En un escenario perfecto, yo apostaría a favor de Australia, ganaría (por supuesto) y luego me robaría John Aloisi para tener sexo salvaje y desenfrenado. Imagínense qué tamaño de orgasmo.
Pero no estoy en Berlín, posiblemente Australia ya quedó eliminado (de eso no sé nada, yo no creo en el fútbol) y las posibilidades de cogerme a Aloisi son mínimas. Así que he aquí mi pequeña idea para hacer uso de esas investigaciones que parecen no servir para nada:
Tome usted a su pareja, métalo a bañar, vístalo decentemente, llévelo al bar de su elección, jueguen billar-futbolito-dardos-damas-ajedrez, y vayan apostando.
Primera apuesta: Usar el negligé-tanga de elefantito que más le guste al ganador que use su pareja.
Segunda apuesta: Masaje con aceite.
Tercera apuesta: Comestibles untables. La crema chantilly es perfecta. No intentar con miel ni mermelada de fresa. Messy... y tienen propiedades depilatorias.
Cuarta apuesta: Sexo oral.
Quinta apuesta: Besos negros (o del color que se prefiera).
Sexta apuesta: Lluvia dorada.
Séptima apuesta: Fantasía cumplida.
Octava apuesta: Sexo salvaje y desenfrenado, imaginando que la pareja es John Aloisi (aquí puede variar pero no lo aconsejo).
El número de juegos puede variar y el orden queda a su preferencia.
Que gane el mejor.
Dejarse ganar no es tan malo.