Lo que hablamos las mujeres
Desde tiempos inmemoriales las mujeres se reúnen.
En las oscuras cuevas, mientras los hombres salían por el mamut, las mujeres se reunían en torno a una hoguera. Si hablaban del clima, del fuego, del vecino o del hijo del vecino, es algo que no podemos saber a ciencia cierta. Lo que sí podemos imaginar es que seguramente mientras hablaban, resonaban en las paredes de las cuevas los ecos de las risas y los murmullos cómplices.
Así ha sido siempre, con la diferencia de que anteriormente existía un velo de misterio alrededor de las pláticas que se llevaban a cabo en estas reuniones.
Pero los hombres no se preocupaban. Eran ellos los que hablaban de mujeres, de deportes, del trabajo... seguramente ellas estarían hablando de sus hijos y sus labores domésticas.
Y esta idea seguiría subsistiendo hasta la llegada de Sex and the City.
Algunos hombres continuaron dudosos “Ay, ¿a poco hablan de esas cosas cuando vas con tus amigas?” “Mmmm.... no, claro que no, hablamos del clima.”
Andaríamos perdiendo el tiempo.
Las reuniones femeninas son una catarsis, un escape a las convenciones cotidianas, aunque los malos chistes hayan convertido nuestras charlas en una convención.
En las reuniones femeninas no hace falta cerveza o carne asada, aunque tampoco cae mal.
No necesitamos un bar ni una cantina.
Nos basta con un par de sillas, que pueden estar en una cocina, en un restaurante, en una sala de espera o en un café.
No necesitamos alcohol para abrir el corazón, la cafeína funciona igual de bien.
Y no sólo abrimos el corazón sino el baúl de nuestras quejas más íntimas.
¿De qué hablamos las mujeres? Del clima, no.
Tal vez por alguna relación directa con el instinto de supervivencia, hablamos de manera regular y cotidiana, sobre sexo.
¿Que los hombres también hablan de sexo? Los charlas de los hombres son cuentos de hadas comparados a nuestras charlas.
¿Sex and the City? Pero sin censura televisiva.
Y este tema se impregna con toda nuestra cotidianeidad: dudas, angustias, consejos, temores, confirmaciones.
En una clásica velada femenina se puede hablar de lo siguiente:
• “No sé si quiero a mi novio-esposo-novia-pareja”
• “Soy yo, no él-ella.”
• “Mi suegra es controladora, chantajista y manipuladora”.
Ya avanzadita la noche, deja de importar si queremos o no a nuestra pareja o si la suegra se mete a nuestras vidas.
• “A mí no me gustan los mañaneros.”
• “Es muuuy diferente un quickie, a que termine rapidín.”
• “¿El lugar más raro? Lo hicimos en la recámara de una casa muestra.”
• “Lo tiene grandote, pero...”
• “Ash, quiere durar toda la noche... ¿qué no entiende el concepto de fricción?”
• “Últimamente no tengo ganas ¿serán las hormonas o el prozac?”
• “Cuando me vengo, todos mis vecinos se dan cuenta:”
• “Anoche llegó con copas... y qué flojera.”
Los temas citados no son ejemplos. Son casos reales.
Esto sólo puede dejar a los hombres una enseñanza: Cuidado con lo que hacen, dicen y piensan. Cuidado con sus prácticas y hábitos. Todo lo que digan y hagan será analizado, discutido, reflexionado, ridiculizado.
No importa que tengan complejo de Gober Marín y se sientan los héroes de su película porno. Lo que para ustedes es hazaña para nosotras puede llegar a ser molestia. Tal vez no en la cama, pero sí en una charla de sobremesa, porque donde dos o más mujeres se reúnen...
En las oscuras cuevas, mientras los hombres salían por el mamut, las mujeres se reunían en torno a una hoguera. Si hablaban del clima, del fuego, del vecino o del hijo del vecino, es algo que no podemos saber a ciencia cierta. Lo que sí podemos imaginar es que seguramente mientras hablaban, resonaban en las paredes de las cuevas los ecos de las risas y los murmullos cómplices.
Así ha sido siempre, con la diferencia de que anteriormente existía un velo de misterio alrededor de las pláticas que se llevaban a cabo en estas reuniones.
Pero los hombres no se preocupaban. Eran ellos los que hablaban de mujeres, de deportes, del trabajo... seguramente ellas estarían hablando de sus hijos y sus labores domésticas.
Y esta idea seguiría subsistiendo hasta la llegada de Sex and the City.
Algunos hombres continuaron dudosos “Ay, ¿a poco hablan de esas cosas cuando vas con tus amigas?” “Mmmm.... no, claro que no, hablamos del clima.”
Andaríamos perdiendo el tiempo.
Las reuniones femeninas son una catarsis, un escape a las convenciones cotidianas, aunque los malos chistes hayan convertido nuestras charlas en una convención.
En las reuniones femeninas no hace falta cerveza o carne asada, aunque tampoco cae mal.
No necesitamos un bar ni una cantina.
Nos basta con un par de sillas, que pueden estar en una cocina, en un restaurante, en una sala de espera o en un café.
No necesitamos alcohol para abrir el corazón, la cafeína funciona igual de bien.
Y no sólo abrimos el corazón sino el baúl de nuestras quejas más íntimas.
¿De qué hablamos las mujeres? Del clima, no.
Tal vez por alguna relación directa con el instinto de supervivencia, hablamos de manera regular y cotidiana, sobre sexo.
¿Que los hombres también hablan de sexo? Los charlas de los hombres son cuentos de hadas comparados a nuestras charlas.
¿Sex and the City? Pero sin censura televisiva.
Y este tema se impregna con toda nuestra cotidianeidad: dudas, angustias, consejos, temores, confirmaciones.
En una clásica velada femenina se puede hablar de lo siguiente:
• “No sé si quiero a mi novio-esposo-novia-pareja”
• “Soy yo, no él-ella.”
• “Mi suegra es controladora, chantajista y manipuladora”.
Ya avanzadita la noche, deja de importar si queremos o no a nuestra pareja o si la suegra se mete a nuestras vidas.
• “A mí no me gustan los mañaneros.”
• “Es muuuy diferente un quickie, a que termine rapidín.”
• “¿El lugar más raro? Lo hicimos en la recámara de una casa muestra.”
• “Lo tiene grandote, pero...”
• “Ash, quiere durar toda la noche... ¿qué no entiende el concepto de fricción?”
• “Últimamente no tengo ganas ¿serán las hormonas o el prozac?”
• “Cuando me vengo, todos mis vecinos se dan cuenta:”
• “Anoche llegó con copas... y qué flojera.”
Los temas citados no son ejemplos. Son casos reales.
Esto sólo puede dejar a los hombres una enseñanza: Cuidado con lo que hacen, dicen y piensan. Cuidado con sus prácticas y hábitos. Todo lo que digan y hagan será analizado, discutido, reflexionado, ridiculizado.
No importa que tengan complejo de Gober Marín y se sientan los héroes de su película porno. Lo que para ustedes es hazaña para nosotras puede llegar a ser molestia. Tal vez no en la cama, pero sí en una charla de sobremesa, porque donde dos o más mujeres se reúnen...
4 Comments:
y eso es solo una probadita de lo que hablamos las mujeres... ñaca ñaca!!!
Deberíamos asustarlos un poco más o dejarlos con dudas?
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es mejor dejarlos con dudas, no? que se chinguen que se chinguen! ja, no es cierto... bueno si, a veces
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