Si Dios hubiera querido que no lo tuviéramos, jamás nos lo hubiera dado.
A mí me pareció un argumento válido, sustancial e irrefutable, hasta que la Señorita sentenció: Dios nos lo dio para darle trabajo a miles y miles de personas que sobreviven gracias a esa industria.
Y es cierto, del negocio de la depilación y el rasurado viven alrededor de 800 millones de personas en todo el planeta. (Cifra aleatoria creada con el fin de infundir veracidad al texto).
Sabemos que no somos la única cultura que entre sus rituales practica el bárbaro arte del despelajamiento. También, que no es un asunto de moda ni de perversiones sexuales.
Lo que sí es cierto es que sobre este tema ya es posible hablar abiertamente. Si hace algunos años el cambio de look se insinuaba sutilmente en alguna charla privada, ahora se pueden compartir las técnicas depilatorias y más aún, ilustrar los resultados, en vivo y a todo color, y con comentarios tales como “la chocha te queda roja un rato, pero luego se te quita” y ni quién se espante.
Pero ya no es una preocupación básicamente femenina.
Los hombres también tienen sus razones para hacer uso de estas prácticas. Las más comunes son:
Por ilusión óptica (para que se les vea más grande o menos chico el asunto, asegún).
Porque la pareja les dijo “¿Quieres verme depilada? ¡A ver, cabrón, depílate tú primero!”
Porque cosquillea la nariz de la pareja.
Por razones estéticas o higiénicas.
Razones puede haber muchas. Y válidas. Incluso si lo que buscas no es el resultado, sino el proceso y te emociona el contacto de la navaja con la piel.
Ayer me enseñaron un bonito depilado láser, y no se veía mal ni el precio ni el asunto. Mientras pensaba si me animaría o no a dejar que un láser se asomara a salva sea la parte, la persona en cuestión me comentó “Y a los hombres les encanta, vas a ver que no se van a quejar.”
Hay cuestiones y decisiones que no pueden evaluarse desde la óptica del otro, ni la estética del otro.Ya tenemos bastante con vivir en una sociedad que condena el sudor, el sobrepeso y los traseros grandes (malditos) como para todavía renunciar a nuestros preciados caracteres sexuales secundarios, por gustarle a alguien más que a nosotros mismos.
Por fortuna las opciones son muchas. Desde el desértico Sahara hasta la jungla del Congo, pasando por las taladas regiones de la Amazonia. (Conozco personas que se han convertido en verdaderas artistas de la navaja. Supe de una persona que se hizo una reproducción de La Pasión en bajorrelieve). Lo importante es ser feliz.
Y bueno, ultimadamente, tener una chocha feliz (¿se han fijado que la palabra chocha es realmente musical?) es ser feliz.
¡Un par de porras!
¡Chochas peludas, son chochas pelangochas!
¡Chochas peladas, son pelangochadas!
Yuppie.
Pd. No se pierda el próximo miércoles “Lo que hablamos las mujeres”.Tengan miedo, tengan mucho miedo.
A mí me pareció un argumento válido, sustancial e irrefutable, hasta que la Señorita sentenció: Dios nos lo dio para darle trabajo a miles y miles de personas que sobreviven gracias a esa industria.
Y es cierto, del negocio de la depilación y el rasurado viven alrededor de 800 millones de personas en todo el planeta. (Cifra aleatoria creada con el fin de infundir veracidad al texto).
Sabemos que no somos la única cultura que entre sus rituales practica el bárbaro arte del despelajamiento. También, que no es un asunto de moda ni de perversiones sexuales.
Lo que sí es cierto es que sobre este tema ya es posible hablar abiertamente. Si hace algunos años el cambio de look se insinuaba sutilmente en alguna charla privada, ahora se pueden compartir las técnicas depilatorias y más aún, ilustrar los resultados, en vivo y a todo color, y con comentarios tales como “la chocha te queda roja un rato, pero luego se te quita” y ni quién se espante.
Pero ya no es una preocupación básicamente femenina.
Los hombres también tienen sus razones para hacer uso de estas prácticas. Las más comunes son:
Por ilusión óptica (para que se les vea más grande o menos chico el asunto, asegún).
Porque la pareja les dijo “¿Quieres verme depilada? ¡A ver, cabrón, depílate tú primero!”
Porque cosquillea la nariz de la pareja.
Por razones estéticas o higiénicas.
Razones puede haber muchas. Y válidas. Incluso si lo que buscas no es el resultado, sino el proceso y te emociona el contacto de la navaja con la piel.
Ayer me enseñaron un bonito depilado láser, y no se veía mal ni el precio ni el asunto. Mientras pensaba si me animaría o no a dejar que un láser se asomara a salva sea la parte, la persona en cuestión me comentó “Y a los hombres les encanta, vas a ver que no se van a quejar.”
Hay cuestiones y decisiones que no pueden evaluarse desde la óptica del otro, ni la estética del otro.Ya tenemos bastante con vivir en una sociedad que condena el sudor, el sobrepeso y los traseros grandes (malditos) como para todavía renunciar a nuestros preciados caracteres sexuales secundarios, por gustarle a alguien más que a nosotros mismos.
Por fortuna las opciones son muchas. Desde el desértico Sahara hasta la jungla del Congo, pasando por las taladas regiones de la Amazonia. (Conozco personas que se han convertido en verdaderas artistas de la navaja. Supe de una persona que se hizo una reproducción de La Pasión en bajorrelieve). Lo importante es ser feliz.
Y bueno, ultimadamente, tener una chocha feliz (¿se han fijado que la palabra chocha es realmente musical?) es ser feliz.
¡Un par de porras!
¡Chochas peludas, son chochas pelangochas!
¡Chochas peladas, son pelangochadas!
Yuppie.
Pd. No se pierda el próximo miércoles “Lo que hablamos las mujeres”.Tengan miedo, tengan mucho miedo.
3 Comments:
Esto ya no es pelangocho; es pornográfico. No me retes.
y TU PEZ-ON????? Muy erótico y de buen gusto ha de haber sido.
Pelado!
A mi con que me paguen por quitar pelos, me vale. Y deja tu la pagada.. por alguna razon morbida me produce un placer infinito depilar gente.... tendre un poco de masoquista en mi?
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